image Strona poczÂątkowa       image Ecma 262       image balladyna_2       image chili600       image Zenczak 2       image Hobbit       

Podstrony

[ Pobierz całość w formacie PDF ]

-Por eso he vuelto. ¡Pero he olvidado la vela! Eugenia se dio la vuelta.
-Eres muy estúpido, hijo mío. Será mejor que te vayas a casa.
-Sí -dijo Clifford-; ¡buenas noches!
-¿No se te ocurre una frase de bienvenida para un hombre que ha regresado sano y
salvo de un viaje peligroso? -preguntó Acton.
-¿Qué tal? -dijo Clifford-. Creía... creía que estabas... -e hizo una pausa, mirando de
nuevo a la baronesa.
-Creías que estaba en Newport, ¿eh? Allí estaba, efectivamente..., esta mañana.
-¡Buenas noches, mi brillante jovencito! -dijo Madame Münster sin volverse.
Clifford la miró, pero no como lo hubiera hecho un joven brillante, y después, con uno
de sus característicos gruñidos, abandonó la habitación.
-¿Qué le pasa? -preguntó Acton cuando se hubo marchado-. Parecía estar hecho un lío.
Eugenia, que se había acercado a la ventana, miró hacia afuera, escuchando unos
instantes.
-Lo que pasa... -contestó-. Pero aquí no se suele hablar de estas cosas.
-Si quiere usted decir que ha bebido un poco más de la cuenta, puede decirlo.
-Ha dejado de beber. Lo he curado. Y en recompensa se ha enamorado de mí.
Ahora fue Acton quien abrió mucho los ojos. Pensó inmediatamente en su hermana,
pero no lo mencionó y se echó a reír en cambio.
-¡No me asombra su pasión! Pero sí que abandone su compañía por los pinceles de
Felix.
Eugenia guardó silencio un instante.
-No estaba en el estudio. Eso lo he inventado yo..., sobre la marcha.
-¿Inventado? ¿Con qué intención?
-Cree que se comporta de una manera muy romántica. Se ha acostumbrado a venir a
verme a medianoche..., llegando por el huerto y el estudio de Felix, que tiene una puerta
por ese lado. Parece que eso le divierte -concluyó Eugenia con una risita.
Librodot Los europeos Henry James
Acton se sintió más sorprendido de lo que confesó, porque aquello arrojaba una nueva
luz sobre la personalidad de Clifford, cuyas irregularidades habían carecido hasta
entonces del menor toque de romanticismo. Intentó reír de nuevo, pero le resultó
imposible y, después de unos instantes de vacilación, su preocupación se tradujo en
palabras.
-Espero que no le dé usted ánimos -dijo-. No debe ser infiel ala pobre Lizzie.
-¿A su hermana?
-Usted no ignora que existe entre ellos una gran intimidad -dijo Acton.
-¡Ah! -exclamó Eugenia sonriendo-. ¿Es que ella...?
-No lo sé -la interrumpió Acton-; pero siempre he creído que Clifford deseaba resultarle
agradable.
-Ah, par exemple -replicó la baronesa-. ¡El pequeño monstruo! La próxima vez que se
ponga sentimental le diré que tendría que avergonzarse de sí mismo.
Acton guardó silencio unos instantes.
-Será mejor que no le diga usted nada.
-Ya se lo he dicho, más o menos, en términos generales -respondió la baronesa-. Pero
en este país son tan peculiares las relaciones entre los jóvenes que a veces me siento
completamente desorientada. No están prometidos cuando cualquiera pensaría que
deberían estarlo. Charlotte Wentworth, por ejemplo, y ese joven eclesiástico. Si yo fuera
su padre, insistiría en que se casara con ella, pero, por lo que parece, nadie piensa que eso
corra mucha prisa. Y ahora averiguo de repente que un muchachito de veinte años y una
niña que todavía tiene institutriz (¿o su hermana ya no tiene institutriz? Bien, pues que no
se separa nunca de su mamá), de que una pareja de adolescentes, por decirlo de una vez,
entre quienes no he advertido otra cosa que el intercambio de bromas infantiles
característico de su edad, están a punto de ser marido y mujer -la baronesa hablaba con
una exagerada elocuencia que contrastaba con el lánguido encanto que había
caracterizado sus modales antes de que Clifford se presentara. A Acton le pareció ver un
brillo de irritación en sus ojos y una nota de ironía en su voz (como al decir que Lizzie no
se separaba de su madre). Si Madame Münster estaba irritada, Robert Acton se sentía un
tanto perplejo. Eugenia empezó a pasearse otra vez por el cuarto mientras su visitante la
miraba sin decir nada. Finalmente la baronesa consultó su reloj, dijo que eran las tres de
la madrugada y que Acton debía marcharse.
-No hace una hora que he llegado -replicó él- y en la casa grande aún no se han
retirado. Se ven luces encendidas y Felix no ha regresado todavía.
-¡Ah, la casa grande! -exclamó Eugenia-. ¡Son gente terrible! Ignoro qué puedan estar
haciendo. Por mi parte soy una mujercita vulgar y apacible, con unas reglas muy rígidas
que siempre respeto. Una de ellas es no recibir visitas a altas horas de la noche..., sobre
todo de hombres tan inteligentes como usted. De manera que ¡buenas noches!
No había duda de que la baronesa se mostraba incisiva, y aunque Acton le dio las
buenas noches y se marchó, seguía dominado por la perplejidad.
Al día siguiente Clifford Wentworth fue a ver a Lizzie. Su hermano, que estaba en casa
y le vio atravesar el jardín, se percató de ello. Como es lógico, deseaba saber si aquello se
correspondía con las manifestaciones de Madame Münster sobre los sentimientos de
Clifford, pero, sintiéndose incapaz de resolver solo el problema, decidió recurrir
directamente a la sinceridad del muchacho. Cuando le vio marcharse salió también y le
dio alcance.
Librodot Los europeos Henry James
-Me gustaría mucho que contestaras a una pregunta -dijo Acton-. ¿Qué hacías anoche
en casa de la baronesa?
Clifford empezó a reír y a enrojecer, comportándose de manera muy distinta a como lo
haría un joven con un secreto romántico.
-¿Qué te dijo ella? -preguntó.
-Eso es precisamente lo que yo no quiero decir -respondió Acton.
-Era para darte la misma versión -dijo Clifford-; y si no la sé, quizá no pueda hacerlo.
Se habían detenido en un sendero del jardín; Acton miró con fijeza a su joven primo.
-Me dijo que no entendía lo que te pasaba. Parece que ahora Madame Münster te
inspira una violenta aversión.
Clifford abrió mucho los ojos, un tanto alarmado.
-¡Vamos! -gruñó-. ¡Estás bromeando!
-Y que cuando, por pura cortesía, vas a su casa, la dejas sola y pasas el tiempo en el
estudio de Felix, con el pretexto de mirar sus apuntes.
-¡Vamos! -gruñó Clifford de nuevo.
-¿Es que te he mentido alguna vez?
-¡Ya lo creo! ¡Montones! -replicó Clifford, viendo en el tono sarcástico una posible
escapatoria-. Está bien -añadió-; pensé que eras mi padre.
-¿Sabías que había alguien en el jardín? -Te oímos venir.
Acton reflexionó.
-Entonces, ¿estabas con la baronesa?
-Estaba en el salón. Oímos fuera tus pasos y pensé que eras mi padre.
-Y, ¿escapaste por eso? -preguntó Acton.
-Eugenia me dijo que me fuera, que saliera por el estudio. Acton meditó con mayor
intensidad; se hubiera sentado de tener una silla a mano.
-¿Por qué no quería la baronesa que te encontrases con tu padre?
-La verdad es que a mi padre no le gusta verme allí  dijo Clifford.
Acton miró de soslayo a su interlocutor y se abstuvo de comentar aquella afirmación.
-¿Se lo ha dicho a la baronesa? -preguntó.
-Espero que no -dijo Clifford-. Tampoco me lo ha dicho a mí.... al menos no tan
claramente. Pero sé que le preocupa y yo quiero dejar de ser un motivo de preocupación
para él.
La baronesa lo sabe y está de acuerdo.
-¿De acuerdo en que dejes de ir a verla?
-Eso no lo sé. De acuerdo en no preocupar a mi padre. A Eugenia no se le escapa nada -
añadió Clifford con aire de que tampoco él estaba mal informado.
-Ah -dijo Acton con tono interrogativo-, ¿a Eugenia no se le escapa nada?
-Sabía que no era mi padre quien llegaba.
-Entonces, ¿por qué te fuiste? Clifford se sonrojó y volvió a reír.
-La verdad es que yo no estaba seguro. Y, además, ella me dijo que me fuese de todos
modos.
¿Pensaba Eugenia que era yo? -preguntó Acton.
-No lo dijo.
Robert Acton siguió reflexionando.
-Pero no te fuiste -añadió después-. Volviste al salón.
-No podía salir del estudio -explicó Clifford-. La puerta estaba cerrada con llave y Felix
Librodot Los europeos Henry James
ha clavado tablas en la mitad inferior de las malditas ventanas para que la luz entre sólo
por arriba. De manera que tampoco me servían. Esperé un buen rato y luego, de repente, [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • kskarol.keep.pl